Club de Jazz 3/06/2024
Matt Mitchell

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Taxidermia jazzística
por Carlos Pérez Cruz

Taxidermia


Me pasa a menudo. Salir del quiosco con las últimas revistas de jazz, mirar las portadas y decir: “Mira, están todos muertos”. Portadas con imágenes de John Coltrane, Miles Davis, Charlie Parker, Thelonious Monk, Louis Armstrong... Y si no están muertos, cuando yo nací llevaban ya en activo más años de los que tengo ahora. Como apunta Ted Gioia en un reciente artículo, no es que necesiten precisamente publicidad. Hablo de Joni Mitchell, Charles Lloyd, John McLaughlin, Mike Westbrook...

No son nombres al azar, todos ellos han salido en portada de algunas de las principales revistas de jazz del mundo en el último año. Publicaciones como la francesa “Jazz Magazine”, la estadounidense “Downbeat” o la británica “Jazzwise”. Esta última ha cumplido un cuarto de siglo, la francesa lleva en marcha desde 1954 y la americana desde 1934.

Sé que la mayoría pasa de largo de los quioscos, que ve el papel como algo del pasado y que lo que puede justificar esta tendencia de las revistas de jazz al embalsamamiento (las de rock no son muy diferentes) es la percepción de que se dirigen a un público envejecido que, además, suele pensar que cualquier tiempo pasado fue mejor. Ese público acabará por morir y quizá con él las revistas. Los jazzistas, desde luego, seguirán adelante.

Toca espabilar. Sobre todo porque, si quieren pervivir en el futuro, sea en el formato que sea, deberán asumir el papel que les corresponde: informar. Del pasado siempre se puede hablar, siempre hay ángulos desde los que hacerlo, pero con tanta taxidermia podría parecer que, como se ha declarado en tantas ocasiones, el jazz ha muerto. O que, al menos, su pasado fue magnífico frente a un presente menor. Y servidor, que lleva la mitad de su vida dedicándose a esto, niega la mayor. No hemos llegado al final de la historia.

Con semejante necrofilia no es de extrañar que los no jazzófilos (e incluso algunos jazzófilos) se hayan quedado atrapados en el tiempo. Puede que les suene Herbie Hancock, pero la mayoría no pasa de Miles Davis. Y de ahí para atrás. Mencionas a Keith Jarrett o a Brad Mehldau y piensan que hablas en otro idioma. Es asombroso cómo el jazz, que en sus manifestaciones más populares llegó a formar parte de la cultura general, ha ido desapareciendo como cotidianidad contemporánea. Y si pones sobre la mesa nombres de casa, ¡suerte!

Obviamente la responsabilidad va mucho más allá de lo que publiquen estas revistas. Es algo mucho más grande y trasciende al frágil ecosistema jazzístico. Pero los quijotes -perdón, los periodistas especializados- tenemos que asumirla. En una época en la que el algoritmo se nutre de nuestras nostalgias y conduce al rebaño, más que nunca debemos poner el foco allá donde no llega la luz. Como dice Gioia, “los medios de comunicación musicales tienen la responsabilidad de contarrestar estas fuerzas de la marginalización y de homogeneización que no solo dañan a artistas individuales sino que debilitan toda forma de arte”.

En el caso de España, el panorama es todavía más desolador que la media de países con (algo) de tradición jazzística. Al menos Inglaterra, Francia, Italia, Estados Unidos, Alemania... tienen una publicación mensual a la que aferrarse. Al menos puedes encender la radio a diario y encontrar actualidad jazzística. Y sin embargo, no me extraña que cada vez más músicos acaben por montarse sus propios podcasts o se aferren a Instagram para contar sus movidas. Difícil, eso sí, poder trascender el núcleo de amigos. Difícil, eso sí, que vayan más allá de una mera autopromoción o que no esquiven las preguntas que hacen sudar e incluso, lógicamente, que no caigan en un lenguaje abstruso para los no iniciados. Difícil, claro, que eso nos lleve muy lejos.

Texto: Carlos Pérez Cruz

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