Club de Jazz 3/06/2024
Matt Mitchell

Artículos, entrevistas, opinión...

2016, el año en que hicisteis vuestro el Club
por Carlos Pérez Cruz

2016 en 'Club de Jazz'


Soy refractario a la costumbre anual de hacer listas con 'lo mejor de', entre otras cosas porque deberían ser más los asteriscos explicativos que el contenido, y porque el enunciado en sí mismo incorpora un matiz competitivo que considero pernicioso para la música (y ajeno a su función original). En este mundo en el que todo se contabiliza y todos nos damos de hostias para coger hueco en el rebote de las migajas, la música debiera conservar la saludable áurea de la utilidad de lo inútil.


No hago listas, pero no soy inmune a la mirada retrospectiva que cada diciembre se impone como una losa emotiva ya desde los primeros días del mes (por lo visto lo que pase el resto del mismo no cuenta). Esa mirada hacia el pasado reciente tiene mucho de autoengaño, olvido y exageración. Pero, ¡qué demonios!, forma parte de lo que fuimos, somos y seremos, de lo que se compartió con los oyentes y de lo que queda para la memoria íntima de esas situaciones vividas gracias al privilegio de trabajar a destajo.


2016, Free Radicals


Entre los grandes privilegios, haber asistido a parte de ese fogonazo de creatividad incendiaria que durante tres días deflagraron sobre los escenarios el pianista Agustí Fernández, el trompetista Peter Evans y el contrabajista Barry Guy. No es casualidad que año tras año el mallorquín ocupe parte del espacio dedicado a la memoria. Está en un (prolongado) momento de felicidad artística, o quizá sea que ahora es cuando algunos de nosotros hemos sintonizado con su felicidad. Como no soy muy dado a la mitomanía, antes que soñar con haber estado en el Village Vanguard escuchando a John Coltrane (hombre, si alguien tiene la manera...), me quedo con la satisfacción de haber podido estar en el CCCB de Barcelona esa noche de enero que llenaron de Free Radicals. Entre otras cosas porque si los 60 tuvieron a su propio extraterrestre, ahora vive uno que toca la trompeta y no le va a la zaga en su condición de alienígena. En 2016, año en España del juicio por las 'tarjetas black', nos ha entregado dos* cuya rentabilidad está asegurada: Lifeblood (majestuoso soliloquio) y Genesis (inabordable exceso junto a su quinteto). No funcionan en el cajero, pero volatilizan la caja de adjetivos grandilocuentes.



Para estar muerto, el jazz está muy vivo y yo feliz de regodearme en la música de nuestro tiempo (que ya habrá tiempo en la vejez de aislarme del presente y regodearme con el pasado). Otro que adquiere rango de personaje del año (cada año) es el menorquín Marco Mezquida, capaz de transformar en Carnegie Hall el desangelado escenario del Festival de Jazz de Monzón, en Huesca. Desde que le conocí, me prescribo cada año una(s cuantas) dosis de su magia. Su pócima tiene año a año más ingredientes, del romanticismo al punk pasando por el minimalismo y el buen gusto en general. Está a punto de clausurar una de las décadas veinteañeras más asombrosas y excitantes que yo conozca. Esa noche de julio en Monzón casi consiguió que sus compañeros David Mengual y Gonzalo del Val renunciaran a salir con él en la segunda parte de la velada. Por fortuna hubo trío para presentar ese Koiné que, sotto voce, ha ido cosechando generosos elogios. Del Val encontró el punto perfecto de cocción para un trío que simplemente se dedica a hacer buena música. O sea, el copón bendito.




Gracias a la generosidad sin límites de ese corazón con baquetas que es Lucía Martínez, pude disfrutar unos días de su buen criterio como programadora en el Imaxina Sons de Vigo, de la calidez del personal de la organización (¡Ah! Cosa rara esa...), de descubrimientos personales y musicales (como el excelente trompetista Tom Arthurs) y de acabar siendo instrumento de percusión de una leyenda de la música (qué lugar común éste...), el gran Hermeto Pascoal.


Además pude pasar un ratito con mi colaborador Anxo, responsable de los Ritmos Latinos del Club, y tipo generoso como pocos. La verdad es que tengo unos colaboradores... Este año además se ha estrenado uno de los especialistas más eruditos sobre historia del jazz que conozca. Hemos abierto delegación en Londres con Fernando Ortiz de Urbina y su London Calling nos ha dejado ya magisterio para rato, como ese especialérrimo tan especial que fue el 'Centenario de Charlie Christian', que guardo como una lección maravillosa de la importancia del conocimiento y el contexto para potenciar el placer de la escucha (y solidificar el criterio).




Aunque las entrevistas cara a cara son insustituibles, uno de los hitos de este curso ha sido la conversación con el baterista Jaimeo Brown, la única que se le ha hecho en España (lo cual no es necesariamente algo de lo que sentirse orgulloso) al autor del proyecto 'Transcendence'. Vía Skype, pero con la calidez que desprende este hombre, cuya espiritualidad te abraza aunque no creas en más Dios que Coltrane. También en los altares del 2016, la posibilidad de hablar con Marianne Brull, a la que el Liquid Trio de Agustí Fernández, Ramon Prats (Ramón sin acento, Ramón sin acento) y Albert Cirera le dedica su segundo disco. Si alguna vez llego a octogenario, pido reencarnarme en ella.




Después de un año de paréntesis, volví al Festival de Jazz de Guimarães, en Portugal. Llegué allí hace unos años gracias a la generosidad de (la durmiente) Cuadernos de Jazz, y en 2016 volví para reencontrarme con el hipnótico ritmo silente de esta pequeña y bella ciudad de la órbita de Oporto. La cumbre musical la ocupó la Liberation Music Orchestra, del difunto Charlie Haden. La pena fue no poder entrevistar a Carla Bley, hoy guardiana del testigo del contrabajista, pero fue largamente compensada con el ratito de convivencia con algunos de los músicos de la orquesta, con el tremendo trombonista Marshall Gilkes como cariñoso anfitrión. Las conclusiones vitales y profesionales que saqué de ese tiempo junto a músicos de tan gran dimensión artística, me la guardo para mis confesiones etílicas**. Con el gran Rodrigo Amado, que anduvo por allí en funciones de crítico, hubo alguna que otra (confesión, me refiero).


2016, Guimaraes Jazz, LMO


El hombre del 2016 en el Club ha sido por reiteración Oriol Roca, que se ha expuesto hasta en tres ocasiones ante nuestro micrófono en el año en que nos hizo disfrutar en Vic de una noche formidable junto al pianista Giovanni di Domenico y en el que la Piccola Orchestra Gagarin, que comparte con Sasha Agranov y Paolo Angeli, ha vuelto a orbitar alrededor de la música más creativa. Admirable todoterreno musical Uri, tipo noble y bondadoso. Adjetivos que son sólo aproximativos de la dimensión humana del músico que (si la memoria no falla) más veces ha sido entrevistado en este programa, Baldo Martínez, cuyos Vientos cruzados arrastraron hasta el Club al responsable de uno de los discos que más me han sorprendido en este curso, el flautista Juan Saiz. Si todavía no han escuchado al cuarteto Pindio, vayan corriendo a su... ¡Je! Iba a decir tienda de discos.


Lo hemos pasado bien este año en el Club (no me lo tengan en cuenta aquellos músicos y proyectos que han sonado y no he mencionado), aunque ese pasar bien implique muchas horas de soledad y trabajo en la oficina. Las cuentas no cuadraban y un puñado de vosotros habéis decidido acudir a la llamada de socorro de la campaña #HazTuyoClubdeJazz. Todavía no sé muy bien cómo vamos a salir de esta ruina que es hacer radio sobre música creativa, pero ya se me ocurrirá algo. Eso sí, como decían en La bola de cristal, "solo no puedes, con amigos sí". Quede claro. Gracias a los que habéis dado el paso. ¡Gracias a Geni Lozano!, que vistió el micro del programa con elegancia de la alta costura. Y es que tenemos un diseñador que ya quisieran las grandes pasarelas, el one and only Fran Pontenpié, que le dio una vuelta a nuestra imagen en las redes. ¡Parecemos algo, oiga!


Carlos Pérez Cruz


* Literalmente. La edición física de ambos discos tiene forma de tarjeta, cuyo chip se lee como un USB.

** Sí, a pesar de lo que algunos puedan concluir, por regla general escribo sobrio.

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