Club de Jazz 6/05/2024
Daniel Cano

Reseñas de discos

Irene Aranda - Phonophobia
Vector Sounds - 2016
Año: 2016
Sello: Vector Sounds
Músicos: Irene Aranda (piano extendido)

Irene Aranda - Phonophobia


Han pasado cuatro años desde que Irene Aranda publicara Yetzer, segundo disco de su carrera y primero en formato de solo. Cuatro años son hoy la eternidad, una anomalía en tiempos en que a la ruina de la industria del disco se ha respondido desde el jazz y la improvisación con una tormenta de publicaciones. Sea o no premeditado ese silencio -roto hace apenas unos meses por Tribus, junto a Lucía Martínez y Germán Díaz-, el salto temporal entre Yetzer y Phonophobia lo es de solidez y enfoque. Nos hemos perdido un seguimiento más exhaustivo de su día a día, pero hemos ganado en perspectiva.

Si en 2012 Irene Aranda jugaba a desarrollar pequeños motivos e ideas previas, en 2016 (2015 si nos atenemos a la fecha de grabación) la pianista jiennense se arroja a una exploración del momento, a un fascinante ejercicio intuitivo guionizado a partir de su profundo conocimiento del instrumento y sus posibilidades expresivas, que Aranda ha ido estudiando y ampliando con los años. Una exploración de las cavernas del piano que reverbera como una exploración del yo más íntimo. De ahí que el resultado sea tan inquietante como inspirador, tan oscuro como bello.

Con el practicamente inaudible comienzo de Follow me -extraordinario trabajo del técnico de sonido, Ferran Conangla, en toda la grabación-, además de invitarnos, Irene nos susurra (y silba) que lo que está por venir no puede atenderse a medias, que no hay concesiones a una escucha que no sea tal. No hay en cerca de una hora de música motivos rítmicos y/o melódicos en los que respirar el oxígeno de lo trillado, no hay lugares comunes que permitan dar por hecho lo que está por venir, algo en lo que en cierta medida tiene que ver que durante gran parte del metraje de esta película sonora el teclado del piano apenas cuenta en su discurso. Lo cual agranda el mérito de Aranda al lograr una tensión narrativa coherente y sostenida con recursos ajenos a la ortodoxia. El transformismo del instrumento llega en Inside al punto de convertir el resultado tímbrico y percusivo del piano en el de una especie de qanun árabe, aquí sí haciendo uso del teclado. Nada de ello gratuito ni pirotécnico en esta permanente transmutación del color de la música, que se proyecta más hacia el interior que hacia el exterior, a pesar de la violencia de algunos pasajes.

Es en el recogimiento melódico, austero y ornamentado del final de Inside donde se encuentra el vínculo más evidente con Yetzer, eco de aquella Irene que con el paso de los años va abandonando con más frecuencia la comodidad de la almohadillada banqueta del piano para inclinarse al interior de la caja del instrumento con pasión de artesana y cirujana. Eso sí, estén tranquilos los celosos guardianes de auditorios, conservatorios y salas de concierto porque sus intocables pianos -¡que ironía! - salen vivos de éstas operaciones. También el público, al que si acaso se le podrán remover las certezas. Consecuencias de asistir a una terapia de choque tan intensa como la que propone Irene. Y de exponerse a gran música, claro.

Carlos Pérez Cruz

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