Club de Jazz 25/03/2024
Adrián Royo

Reseñas de discos

Ambrose Akinmusire - A rift in decorum (Live at the Village Vanguard)
Blue Note - 2017
Año: 2017
Sello: Blue Note
Músicos: Ambrose Akinmusire (trompeta), Sam Harris (piano), Harish Raghavan (contrabajo), Justin Brown (batería)

Ambrose Akinmusire - A rift in decorum

Repiquetean en mi cabeza algunas preguntas que me han hecho en las últimas semanas (teóricamente) sobre jazz. La que se lleva la palma: “¿Es el jazz música elitista?”. Se me ocurren muchas ironías al respecto, pero sabiendo de primera mano el precio que implica ser músico de jazz, el obstinado desarrollo de una vocación frente a tantas y tantas circunstancias adversas, me resulta cuando menos frívolo que se piense en esos términos. Triste porque las músicas no son elitistas per se, si acaso algunos de quienes las practican (y de quienes las escuchan). Algunos ven elitismo donde otros vemos estrechez de miras y estreñimiento auditivo.

Llevo días escuchando de forma compulsiva el último trabajo de Ambrose Akinmusire y, al hacerlo, hay un término que el trompetista subraya con cada emisión, con cada estrangulamiento del sonido, con cada salto de párrafo en los alucinantes capítulos de esta novela sonora con público: conmovedor. Sí, conmovedor. Es una sensación puramente subjetiva, claro, pero el personalísimo relato del californiano, trufado siempre de poesía en los títulos de temas y discos, tiene algo de desnudo de la intimidad, de heroica del individuo, de conversión del drama en flor. Mueve a la ternura a la par que eleva con su mística de lo cotidiano. Quizá esa elevación emocional sea el elitismo por el que me preguntan.

Hay una frase en el austero libreto de este soberbio disco doble que llama mi atención. En una de sus dedicatorias, escribe el trompetista: “Gracias por enseñarme/recordarme a reír de nuevo, has salvado mi vida. ¡¡¡¡¡¡Crea TU propio mundo!!!!!”. Eso, exactamente eso, es lo que ha construido Ambrose, un planeta que se rige por unas reglas creativas propias, intransferibles, lo que convierte la exposición a su música en una experiencia tan excitante como en ocasiones desconcertante, porque sus códigos parecen ir en ocasiones contra la lógica establecida. Que logre la solidez del relato a partir de una tormenta de aparentes contradicciones, que la música avance a pesar de que el cuarteto se vea golpeado por la violencia del cruce de dos trenes de alta velocidad, da como resultado una alucinación sonora tan llena de vida y exuberante como íntima. Es el baladista de la tempestad, la invisible corriente traicionera de las aguas tranquilas.

La simultaneidad de disparidades, el zen en el caos, la inesperada agitación y distorsión de la belleza formal están en el ADN de las composiciones de Ambrose Akinmusire, que ha seguido al pie de la letra ese imperativo constructivo. Todo ello se lo permite su apabullante dominio técnico del instrumento, bolígrafo con el que traza una caligrafía a la que la hoja parece a veces quedarle pequeña. Como le quedaba estrecho el estudio, donde la música del californiano no late como lo hace en el directo, deslumbrante como pocos. Una grieta en el decoro que impone el trabajo de estudio para un sello como Blue Note; la contundente respuesta a otra de las preguntas recurrentes: “¿Ha muerto el jazz?”. No, tú estás muerto si Ambrose no te conmueve.

Carlos Pérez Cruz

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