Las ciudades dejan huella con sus monumentos y edificios singulares. Son las postales del turista. No son las únicas: hay huellas que, como el amor o la tristeza, aún siendo invisibles, alimentan la memoria. Monumentos fugaces, inaprensibles, hechos de sonido, que vibran y hacen vibrar, que nos dan la vida y que desearíamos eternos. Son las postales del alma. Edificios rítmicos, tímbricos, melódicos y armónicos que echan raíces en el solar de los recuerdos. Tal es el poder de la (buena) música, tal es el poder de Magalí Sare y Manel Fortià.
El dúo, que tan sólidos pilares erigió a base de “Fang i Nuvols”, ha decidido “Re·Tornar” al empeño de levantar sobre ellos capas y más capas de memoria, rescatando la de temas que ya formaban parte de la colectiva en un viaje marítimo de ida y vuelta entre continentes a base de tangos, habaneras, boleros y otras poesías y relatos populares en catalán, portugués y castellano. Patrimonio inmaterial de la humanidad con el que ellos juegan como si fuera plastilina, maleándolo a su antojo en un juego teatral y circense de ritmos y melodías que fluye con asombrosa y profunda ligereza.
Qué hermoso cuando la música, que también es cosa matemática, lleva la contraria a las sumas y niega que uno más uno sean dos. Magalí Sare y Manel Fortià suman uno, unidad que se visualiza en la relación escénica, pero sobre todo en la sintonía de voluntades entre ambos. El contrabajista es un maestro del tempo, con un sonido cálido, afinado y resonante de contrabajo que, juguetón, convierte a su antojo en guitarrón, y que abraza ese camaleón tímbrico y de registros que es la cantante, cuya inspiradora desinhibición aporta luz y buen rollo a raudales. Si el reconocimiento no le llega a Sare a la altura de los agudos imposibles a los que es capaz de escalar, no entenderé nada.
Uno más uno son uno, pero también dos, porque ambas personalidades afloran en esta joya que es el dúo Magalí Sare & Manel Fortià, que anoche descendió al subterráneo del Milano Jazz Club reivindicando sin aspavientos la necesidad de un club al que la especulación amenaza con extirpar del corazón de Barcelona. La amenaza, de hecho, tiene fecha de ejecución a finales de este mes. De evaporarse, la ciudad continuará su (aparentemente) imparable camino hacia la inmolación cultural. Pasta para borrar la huella del Milano.
Texto y fotografía: Carlos Pérez Cruz
En el podcast puedes escuchar la conversación que mantuve con Magalí Sare y Manel Fortià.
Y aquí, firmar para pedir la continuidad del Milano Jazz Club.
