Club de Jazz 3/06/2024
Matt Mitchell

Conciertos

Clasijazz Big Band
Palau de la Música Catalana || 27 de julio de 2023
Músicos: Clasijazz Big Band

Clasijazz Big Band 

Qué demonios hago yo aquí. Estoy seguro de que se lo debió preguntar en varias ocasiones a lo largo de las dos horas de música. Cómo diablos he acabado rodeado de treinta músicos sobre el escenario del Palau de la Música dando vida a Mingus. En la hiperactiva cabeza de ese Quijote contemporáneo que es Pablo Mazuecos cabe la interpretación de música y la simultánea formulación de preguntas y asombros varios. Su mirada lo delataba. Como si de pronto, en un fogonazo de lucidez, se hubiera dado cuenta de que lo soñado era real. Lo utópico, asequible. La Clasijazz Big Band, la orquesta estandarte de su asociación almeriense, llenando el Palau barcelonés con el “Epitaph” de Charles Mingus.

La velocidad de Fórmula 1 del cerebro de Mazuecos, body and soul de la asociación, es una bendición: si te detienes a pensarlo, seguramente no lo haces. Es más fácil a base de proyectar sueños locos y tirar p'alante sin posibilidad de retorno. Claro, se necesitan tejer complicidades, y junto a él había una treintena. Todos hombres, por cierto, uno de los pocos peros a una noche de feliz celebración del milagro Clasijazz, del santo Charles Mingus y de los 20 años de festival Mas i Mas. Porque a día de hoy no es que este país sea capaz de conformar una doble big band de garantías con gente de casa. Es que solo con ellas (y la propia Clasijazz lo demostró en el pasado), también.

La del Palau fue una noche abrumadora, porque Mingus es una condensación de tempestades, una jauria armónica y rítmica cargada de blues sobre la que sobrevuelan aullidos libertarios. Música eterna, vestida de época pero a su vez de contemporaneidad. El contrabajista, pianista y compositor seguirá vigente mientras existan melómanos sobre la faz de la Tierra (ya queda menos, en todo caso). Un torbellino que la acústica del recinto no ayudó a atemperar. Vientos de furia creativa que inspiraron algunos solos extraordinarios: una máster class en estructura narrativa, expresividad, matices y buen gusto del saxofonista Tete Leal, y otro en valentía y riesgo del trompetista Julián Sánchez, que fue capaz de hacer convivir fraseo clásico y técnicas extendidas con todo el descaro que Mingus requiere.

Y en medio de tanto arrebato, Marco Mezquida, cuyo solo, coloreado por Daahoud Salim, detuvo el tiempo y poseyó durante unos minutos el alma de Charles Mingus para apaciguar sus fantasmas y darle (y darnos a todos) un baño en aguas luminosas. Con Marco es como para los cristianos el bautismo: no se sale como se entra. Cómo encauzó el caudal de aguas turbias para llevarlo a su terreno y devolverlo purificado es un misterio. WTF, parecía decir la mirada del saxofonista Wayne Escoffery, invitado para la ocasión.

Escoffery se ganó algunos de los aplausos más encendidos del público, pero probablemente fue Enrique Oliver quien mejor se lo pasó con él en un duelo de altura de tenores. El malagueño, un saxofonista con sonido de terciopelo, se ocupó también de que el micrófono estuviera donde debía estar para el solo de Pedro Cortejosa, al que le retiró unos centímetros la silla para crearle el espacio vital que necesitaba. Un gesto casi invisible, mínimo, que no tendría a priori relevancia pero que, para mí, expresó algo que fue muy bonito de ver desde la platea: el buen rollo y compañerismo.

La sonrisa y asentimiento del maestro Perico Sambeat en los solos ajenos (además de las que dibujó en los suyos), la sonrisa permanente del contrabajista Bori Albero, la obvia felicidad (y aparente asombro) del director Ramon Cardo. Detalles de muy buen rollo al servicio del colectivo.

Obviamente, en dos horas de música cabe de todo y siempre hay mejoras posibles. Se podrían haber extremado los matices de la partitura (aunque la acústica no fuera amistosa) para sacarles más partido; hubo algunas cuestiones de afinación y tempo, pero el balance es feliz. La Clasijazz Big Band reunió a diferentes generaciones del jazz español en una justa reivindicación tanto de los que han trabajado años y años sobre tierra yerma como de quienes han venido a regarla con nuevas técnicas y energía renovada. Lo que ha unido Mazuecos, que no lo separe España.

Texto y fotografía: Carlos Pérez Cruz

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