Club de Jazz 25/03/2024
Adrián Royo

Artículos, entrevistas, opinión...

3 topicazos sobre el jazz y 3 consejos para disfrutarlo
por Carlos Pérez Cruz

JazzDay 2023

Ahora que llega del Día Internacional del Jazz (30 de abril), declarado por la UNESCO a finales de 2011, las posibilidades de que te topes con un concierto de jazz en tu pueblo o ciudad o de que en la radio pongan “What a wonderful world” se incrementan. No mucho, pero quizá suceda. Si eres de los que dicen no entenderla, aprovecha la ocasión para romper el hielo con esta música.

Porque “no entiendo de jazz” es, con diferencia, la muletilla más repetida. Nos habla de la pátina de intelectualidad que ha adquirido esta música. Injusta o merecida, suena a sentencia de muerte. El último en decírmela fue hace unos días un taxista. Compartió que le sonaba un tal Thelonious y confesó ponerse de vez en cuando alguna playlist de Spotify. Creo que era “jazz para trabajar” o algo así.

Para empezar: si tienes trabajo, no te pongas jazz. Déjalo para otro momento. Verás que no se trata tanto de entender como de escuchar. Después, si acaso, ya irás resolviendo dudas. Tienes todo lo que te queda de vida por delante y nunca llegarás a resolverlas del todo. Es parte de la gracia.

“El jazz me cuesta”. De acuerdo, e incluso existe la posibilidad de que lo detestes. Pero en realidad decir jazz no es decir mucho. Es una etiqueta-paraguas que apenas cubre todo lo que ampara. Ya es mala suerte que no encuentres nada que te llegue adentro.

El (buen) jazz cuesta como cuestan tantas otras cosas de la vida que buscan satisfacer más allá de los instintos más primarios. Se ha impuesto la tendencia a simplificarlo todo (es la era de las redes sociales). Los seres humanos, aunque resulte asombroso, somos seres complejos y podemos añadir capas, color y densidad a nuestra personalidad y gustos. ¿Requiere un esfuerzo? Sí, pero, ¿qué tiene de malo? ¿Cuál es el problema? ¡Es maravilloso!

Escucha. Clave. Esencial. Básico. Aplíquese al jazz, a la música en general y a tantas otras cosas de la vida. Escucha. Abre las orejas. Cuanto más, mejor. Orientadas al escenario; en casa, cubiertas con unos buenos auriculares. Y no hagas otra cosa a la vez. Concéntrate. Escucha...

y no hables. En un concierto, guarda silencio. Cualquier ocurrencia que se te pase por la cabeza puede esperar. Si hablas, desconectas, pierdes el hilo, irrumpes en la concentración de quien está a tu alrededor y puedes afectar a la de los músicos. En esta y en (casi) cualquier otra experiencia cultural colectiva, los comentarios o dudas, mejor cuando acabe la actuación. Por ejemplo...

¿Hacen lo que les da la gana? Por lo general, el músico que improvisa no hace “lo que le da la gana”, sino que crea a partir de unos límites acotados, ya sea por la armonía, por el ritmo, por la estructura, por cualquier otro elemento definido de antemano. El solista es como un compositor que elige sobre la marcha las notas que suenan “bien” (¡Ay!) dentro de ese marco previamente establecido, de esa partitura incompleta. Es muy simplista y refutable pero, para empezar...

También hay jazz (y aledaños) que se expresa sin unos límites acotados de antemano o con muy pocos, pero tampoco ahí se hace lo que te da la gana. Al contrario, la dificultad para crear algo coherente exige gran disciplina y una escucha muy activa. Al fin y al cabo se está creando el lienzo a la vez que se pinta. No es tocar por tocar.

De cualquier manera, a efectos de la escucha, quédate con el resultado, con lo que te comunique la música globalmente. Si después te apetece empezar a desmontar las piezas del puzle o a mirar en las tripas del reloj, ¡adelante!

Pero, los músicos de jazz son más libres, ¿no? Tienen más libertad que, por ejemplo, un músico de orquesta sinfónica o que un músico de pop para no repetir noche tras noche, nota a nota, el mismo repertorio. Se pueden tocar los mismos temas, sí, pero cada solo es diferente al anterior y se pueden reinterpretar y arreglar de mil maneras. Play music. Jugar música.

Eso sí, tener más libertad no significa necesariamente ser más libre. Hay solos que parecen salir de la cadena de montaje, ensamblados a partir de una sucesión de patrones repetidos y aprendidos. Hay también jazzistas atrapados en la tela de araña de sus ídolos y que han terminado replicando sus dejes, sonidos y fraseo. Si acabas tocando “como X”, ¿eres más libre? Como poco, puede que tengas un problema de personalidad.

¿Por dónde empiezo? No lo sé, ni idea, no sé qué decirte. Por lo que tengas a mano. No hay varita mágica ni disco que sea la llave que te abra al vasto mundo del jazz. O sí, pero son muchos, no uno ni unos pocos. El que para unos puede resultar clave para otros es irrelevante. Eso no quita para que exista un canon o ciertos consensos históricos (revisables). Pero esto no es la academia, es tu vida.

Hay muchos músicos y músicas maravillosas y disfrutar como oyente tiene la ventaja de no tener que pasar un examen. También hay grabaciones aburridísimas, músicos sin inspiración y conciertos insoportables. La excelencia no abunda en casi ningún sector. Como en todo arte, hay obras culmen. Pero ve subiendo poco a poco, sin prisa, date tiempo. Sigue tu propio camino.

Ah, y recuerda: Aunque te hayan hecho creer lo contrario, hay músicos de jazz que están vivos.

Carlos Pérez Cruz

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