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Conciertos

Sun of Goldfinger (David Torn, Tim Berne, Ches Smith)
Rhizome DC, Washington DC, 11 de marzo de 2020
Músicos: David Torn (guitarra), Tim Berne (saxo alto), Ches Smith (batería y electrónica)

Sun of Goldfinger (Rhizome)

De concierto en tiempos del coronavirus

Apenas tres cuartos de hora antes de que Donald Trump anunciara el cerrojazo de las fronteras para ciudadanos del espacio Schengen, el saxofonista Tim Berne lanzaba el primer rayo de sonido de Sun of Goldfinger. Hora y cuarto más tarde, se ocultaban en el amplificador del guitarrista David Torn. Finalizados los aplausos, el móvil como despertador a una realidad distópica. El presidente había hablado y erigido un muro entre Estados Unidos y mi continente de origen. La NBA cancelaba su temporada. Tom Hanks y señora daban positivo por el coronavirus. Solo un preludio de lo que vendría al día siguiente y de lo que llegará en días venideros.

Son días extraños (¡y lo que te rondaré!). Días en que uno sale a comprar un bote de tomate para echarle a la pasta y le ruegan que tenga cuidado. Días en que vas a un concierto y las autoridades sanitarias (o sea, tu amiga médico) te dice que adelante, porque, al fin y al cabo, “no creo que sea muy multitudinario” [Y añade el emoticono de la cara descojonada y con lágrimas por la risa]. Claro, al fin y al cabo es improvisación. Es bueno formar parte de la minoría minoritaria. Y allá que te vas. Tratando de interponer el puño del abrigo entre tu mano y los pomos de las puertas, mirando alrededor como si los demás llevaran el maldito dibujo del virus en la frente. Y, sobre todo, constatando la de veces que te tocabas la cara y hurgabas en la nariz sin saberlo. Un ejercicio de esterilización probablemente inútil.

Lo primero al llegar: buscar el servicio para lavarte las manos. Rhizome es tan de andar por casa (es una casa, literalmente) que detrás tuya espera David Torn. Bromea porque tardan en salir del baño: “Parece que hay una mujer en la casa”, deja caer -Lo sé, el comentario no es propio en estos tiempos..., y máxime cuando, lo reconozco, yo paso más tiempo que ellas-. Era un hombre, por cierto. “Al menos sabemos que estaba vivo”, le respondo a Torn. Ya dentro, bien de jabón y a frotar mientras cantas mentalmente “cumpleaños feliz” un par de veces. Sales y, ¡mierda!, el dedo pulgar roza el pomo. Recuerda no rascarte la nariz, te anotas en la cabeza. Ocupas tu asiento. Te rozas con el vecino. Cosas de la música de andar por casa. Cuarenta somos multitud.


Sun of Goldfinger (Rhizome)

Ni un estornudo en toda la noche. Imposible. La música de Sun of Goldfinger no lo permite. Ni siquiera respirar, aunque lo que sientes es que el oxígeno te inunda durante la hora y cuarto de baño en el sonido. Es eso, una inmersión progresiva en una piscina sonora cuyo suelo queda allá lejos, en la oscuridad de lo inexplorado; en una masa templada que se densa y diluye en oleadas que van y vienen dentro de un circuito cerrado que se renueva a sí mismo. Buceas entre la incomprensión y la fascinación. Entre la excitación y la calma. Boquiabierto (pero sin derramar gota) al ver cómo Ches Smith articula métricas imposibles en un duelo con la tecnología mientras Berne y Torn abrazan (sin tocarse, conste) sus líneas melódicas hasta que estas se diluyen entre la maleza salvaje de una música entre bárbara y extremadamente sofisticada.

Sun of Goldfinger impone una extraña paz interior como lazo colectivo entre quienes minutos antes compartían su pavor ante la rápida propagación del coronavirus o se ponían un guante, uno, antes de tocar algo. Como quien es consciente del compromiso que supone hoy ir a un concierto, Tim Berne parece sinceramente agradecido al público. Quién sabe cuándo habrá otro. Quién sabe cuándo el mayor riesgo de compartir con extraños un momento de belleza volverá a ser que la pereza por desplazarte haga que te lo pierdas. Horas después, vas viendo cómo giras y conciertos se suspenden, incluso aquellos de las minorías minoritarias. Y cuando acabas de escribir este texto miras al móvil y lees que Disneyland cierra puertas y que el senador Lindsey Graham se somete a cuarentena voluntaria. No todo lo de este maldito virus podía ser malo.

Texto y fotos: Carlos Pérez Cruz

Nota: Cinco minutos después de publicado este texto, Rhizome anuncia que suspende sus actividades hasta previo aviso.

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