Club de Jazz 25/03/2024
Adrián Royo

Reseñas de discos

Barry Guy - The Blue Shroud
Intakt Records - 2016
Año: 2016
Sello: Intakt Records
Músicos: Barry Guy, Savina Yannatou, Ben Dwyer, Agustí Fernández, Maya Homburger, Fanny Paccoud, Percy Pursglove, Torben Snekkestad, Michael Niesemann, Per Texas Johansson, Julius Gabriel, Michel Godard, Lucas Niggli, Ramón López

Barry Guy - The Blue Shroud


La perfección no existe, pero sí el perfeccionismo, la progresiva depuración de los materiales que permiten, con el tiempo, mucha constancia y un poco de suerte, lograr que una obra pueda llegar a resultar cumbre en la trayectoria de un artista; en casos extraordinarios, que ésta lo sea además del acervo cultural de un determinada tradición creativa.


A sus 68 años, Barry Guy acumula una enorme experiencia profesional focalizada en dos campos en los que, junto a su mujer, la violinista Maya Homburger, trabaja de continuo: la música improvisada y el repertorio barroco. De la primera, es uno de los pioneros y referentes en Europa; de la segunda, ambos tienen experiencia en algunas de las formaciones especializadas más relevantes. Con el estudio, la escucha y la práctica, Barry Guy ha ido delineando en su carrera un estilo radicalmente libre y profundamente ilustrado. La suya es la libertad del erudito, la de quien es consciente de que el conocimiento es básico para la independencia del pensamiento. Dicho en términos musicales: aprende, comprende y ama la historia para escribir la suya propia.


La historia reciente, los primeros pasos del siglo XXI, vinieron marcados por acontecimientos como la Guerra de Irak, aquella que en 2003 declararon los Estados Unidos, haciendo uso de armas de difamación masiva, con la connivencia de países como España e Inglaterra. Como preludio a la guerra, se diseñaron las mentiras que tuvieron en Colin Powell a su portavoz más cualificado en la sede de Naciones Unidas. En ella, una reproducción del Guernica de Pablo Picasso, delante de la cual solían atender los políticos a la prensa, fue cubierta aquellos días con un velo azul. Frente a él compareció Powell. Como apunta Barry, pretendían evitar el spoiler que el cuadro ofrecía sobre lo que se avecinaba. Una imagen de enorme simbolismo que despertó el ingenio artístico del británico y dio lugar a The Blue Shroud (el velo azul).


No es la primera vez que Guy se arroja al apasionante abismo de unir estricta composición con líneas abiertas a la improvisación (más o menos) libre, a reunir en un mismo espacio a músicos de los ámbitos formativos "clásico" e improvisador, habitualmente aislados en sus respectivas trincheras académicas... y vitales. Por ejemplo, recientemente en Time passing..., a modo de ópera por la que circulan elementos creativos semejantes, incluidas referencias literarias, textos como el poema que Kerry Hardie entrega para el recitado y canto de Savina Yannatou en esta nueva obra.


Con todo lo logrado hasta ahora, que es mucho, The Blue Shroud es un monumento artístico de primer orden. No inmutable, por fortuna, abierto a redefinirse. Una obra antológica por cuanto es capaz de homologar cuadros sonoros con siglos de diferencia, que conviven en el mismo espacio como propios de una misma época. Así el tránsito entre los terrenos de la improvisación y la música escrita, entre lo firmado por el propio Barry y por autores del Barroco como Franz Biber y Johann Sebastian Bach, parece formar parte de la lógica más elemental, cuando a nadie se le escapa que no son precisamente territorios acostumbrados a la cohabitación. Y lo más sorprendente de todo: el conjunto, 71 minutos de música ininterrumpida, conforma un absoluto de una coherencia que resulta difícil de predecir antes de escuchar.


Por qué la radicalidad de la improvisación y el formalismo del lenguaje de los siglos XVII y XVIII forman parte de una misma narrativa, por qué parecen articularse con un mismo idioma, como si las diferencias fueran exclusivamente dialectales, se explica desde la lógica ellingtoniana de que sólo existe la buena y la mala música. También, claro, por la versatilidad de un conjunto de catorce músicos de primer nivel y apertura mental que actúan en términos cooperativos. Y, sobre todo, por la clarividencia de Barry Guy, cuyo meticuloso estudio de los detalles del Guernica se traslada a una obra musical a la altura del detallismo expresivo de Picasso. Que la narración musical discurra con enormes contrastes, pero ningún sobresalto, es sorprendente.


En tiempos de sobrestimulación, de radical atomización de los emisores, parece difícil aventurar qué lugar puede llegar a ocupar un esfuerzo creativo del orden de The Blue Shroud. No soy muy optimista, pero, por lo que a mí respecta, ésta es ya una referencia clave no sólo de la obra de Barry Guy, sino también de la música creativa de lo que llevamos de siglo XXI. Que expresiones tan aparentemente divergentes circulen con tal naturalidad, fluyan de forma tan líquida, y respondan con tanta belleza a un estímulo de horror bélico, deberían ser monumento (viviente) de la humanidad.


Carlos Pérez Cruz

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