Club de Jazz 25/03/2024
Adrián Royo

Reseñas de discos

Agustí Fernández & Sarah Claman - Antipodal Suites
Sirulita Records - 2018
Año: 2018
Sello: Sirulita Records
Músicos: Agustí Fernández (piano), Sarah Claman (violín)

Agustí Fernández & Sarah Claman

De niña, la neozelandesa Sarah Claman se quedó embobada viendo cómo los arcos de los violines se movían al unísono en la orquesta. Es una sensación fascinante. Doy fe. Desde mi atalaya de trompetista en una orquesta, nunca dejó de hipnotizarme la sincronía de ese mar de cuerdas cuyo oleaje va y viene furioso o calmo según indique la partitura y demande el maestro. El poder y la magnificencia de una orquesta sinfónica a pleno rendimiento es difícilmente superable. La orquesta es un todo, diluye a sus integrantes, es un instrumento en sí mismo. El centenar de músicos es uno bajo la batuta del director.

De joven, Sarah tuvo la suerte de sincronizar su propio arco con el de otros. Supo de primera mano qué se sentía siendo parte de la marea. Por fortuna, la fascinación por la uniformidad del gesto no la sumió en la rutina de la reproducción. Claman quería más, quería hablar por sí misma, expresarse, improvisar. Quería dar también voz a los autores de su época. Bach y Mozart están bien, pero no responden al teléfono en caso de duda.

Sarah Claman pertenece a esa valiosa y joven generación de músicos que entiende la música como campo abierto, no como una estancia cerrada y dividida en compartimentos estancos. No hay pared ni cemento que resista la metralla tímbrica que disparan sus infinitos recursos técnicos.

La uniformidad sincronizada de un colectivo habla de la posibilidad humana de remar en una misma dirección. Sin discrepancias. Pero la libertad de movimientos es también una forma de sincronía. Un paso de cebra es un encuentro de cuerpos en dirección contraria. Es hermoso. Unos van, otros vienen, todos se cruzan. A veces chocan, como se dice también de la armonía. Pero un choque puede acarrear un descubrimiento. "Vaya, no me había fijado en ti". Con suerte, echarán un rato para ver qué da de sí. Sarah y Agustí se lo han dedicado.

El piano del mallorquín es una orquesta. Tiene sección de cuerdas, de percusión y, me atrevería a decir, incluso de viento. En su instrumento hay un universo lleno de mundos. Y en su cabeza, una sinfonía de recursos. Es de otra quinta, pero se lo pasa como un niño y contagia su madurez.

El violín de Sarah es una caja de música con resonancias de voz humana cuyas cuerdas se excitan y crujen con la misma concentrada intensidad con la que susurran. En sus manos, el instrumento parece poderse arrugar como una hoja de papel que, de pronto, se extiende y recupera su forma. Es un milagro acústico, como el que confunde el origen del sonido en muchos momentos de la grabación.

Suele fascinar la uniformidad de los cuerpos en movimiento, la reproducción simétrica de una coreografía. A los dictadores les encanta. El individuo se desvanece en la masa. Es indistinguible. No piensa, solo ejecuta.

En libertad, en improvisación, Agustí Fernández y Sarah Claman se ayudan a alejarse de las coreografías aprendidas. Uno expone, la otra recoge (y viceversa). Las ideas se abrazan, los caminos se bifurcan y confluyen bajo la batuta de un destino que eligen ellos (o les elige). Sus instrumentos intercambian piel. Son uno, como los músicos de una orquesta, pero tienen nombre e identidad, no segundo y tercer atril. Nada sería igual si no fueran ellos y su inagotable arco de posibilidades creativas. Maestros en la navegación de mares ignotos.

Carlos Pérez Cruz

Nota: publicadas originalmente como notas del disco.

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