Club de Jazz 15/04/2024
Marta Sánchez

Conciertos

Fay Victor Chamber Trio
Rhizome DC, Washington DC, 2 de mayo de 2021
Músicos: Fay Victor (voz), Darius Jones (saxo alto), Marika Hughes (chelo)

Fay Victor Chamber Trio

Al otro lado del puente

Hay ocasiones en que, para valorar la presencia, se hace necesaria la ausencia. Las que un día creemos rutinas se desvanecen hasta desaparecer por completo y quedar como un recuerdo de algo que, con el paso del tiempo, ya ni siquiera estamos seguros de haber vivido. También hay ocasiones en que la ausencia sirve para reivindicar lo excepcional de la presencia. Lo que dimos por supuesto era en realidad el milagro de un cúmulo de excepcionalidades. Un largo año de pandemia ha puesto en valor lo (extra)ordinario.

Las experiencias virtuales no han resuelto el silencio de conciertos. Si acaso, han evidenciado su ausencia. Mi primera, Bill Frisell. Le recuerdo enviando señales de amor y paz desde su pequeña nave doméstica. Parecía estar en órbita alrededor de un planeta enfermo, triste. Abajo nos comunicábamos con la intermediación digital. Mucha risa nerviosa sin entender muy bien nada. No sabíamos todavía qué era eso de la fatiga de pantalla. O la fatiga, a secas.

Nos colamos desde el sofá en otras casas y entramos en algunos clubes. Al principio, por necesidad; después, por solidaridad. Tras cada tema, silencio. El aplauso del melómano frente a la tele resulta tan inútil como el grito del hooligan frente al televisor. A Peter Evans le envié un mensaje tras su descomunal presentación en Roulette. Que no tuviera la sensación de que salía de un ensayo. También lo hice con Ethan Iverson tras su concierto con el cuarteto de Billy Hart, el primero online desde el Village Vanguard. Pero llega un momento en que no quieres más pantalla, que todo sea pantalla.

El 11 de marzo de 2020 asistí a mi último concierto antes de que la pandemia cerrara las salas en este lado del mundo. El 2 de mayo de 2021, el primero desde entonces. Casi catorce meses de sequía. Minutos antes del comienzo, un revuelto de emociones. Semiocultos por las mascarillas, adivinas los rostros familiares de aquel día en que no sabíamos muy bien ni a qué nos enfrentábamos ni si estábamos cometiendo una temeridad por estar codo con codo compartiendo música. 417 días después, al aire libre y con distancia física, celebras que, al igual que tú, hayan llegado al otro lado del largo puente. El momento de silencio por los que ya no están impide olvidar lo mucho que se perdió por el camino.

Al otro lado del puente, un escenario. Sobre él, una voz que es un compendio del virtuosismo de la lírica, la flexibilidad y contorsión de la improvisación más abierta y la elegancia de las voces clásicas del jazz y el blues. Fay Victor vive su propio reencuentro con el público. “Estáis ahí”, celebra con los últimos compases de la música. “Aquí estamos”, añade consciente de su cuota de milagro mientras el chelo de Marika Hughes le marca el paso y el saxo alto de Darius Jones celebra al aire con gritos de blues. “Ha sido un año difícil”, reflexiona. “Oh sí, lo ha sido”, se responde como si fuera su propio coro góspel. “Pero es tan bueno veros aquí, [que] todavía estéis aquí”. A lo lejos, el sonido de un tren que pasa.

Imposible obviar la extrañeza del momento. En su primera intervención, Victor explica que “vivo en un estado de ensoñación en el que todo es perfecto”, pero las disonancias, cambios de ritmo y el trance enloquecido en que entra la cantante al improvisar subrayan la ironía. En el segundo tema, Fay Victor relata “la cena de anoche”. Comparte después que le encanta cocinar y tener invitados. Algo que, suspira, podrá/podremos volver a hacer pronto. Las letras, creadas hace casi dos décadas, cuando residía en Amsterdam, adquieren para la ocasión un nuevo significado. El destino les reservaba una buena dosis de ironía.

De ella hay una saludable dosis en la música del Chamber Trio de la estadounidense, que recoge la mayoría de estas canciones en el disco “Barn Songs”. Grabado en su día en un granero, presentado el domingo en Washington entre el canto de los pájaros, el barrido del viento y las sirenas de los coches de la policía. Extremos del paisaje sonoro que son también los de la propia música del trío, que pasa de la brisa al huracán con la misma soltura y ligereza con la que los pájaros saltan de rama y la policía CENSORED.

Texto y fotografía: Carlos Pérez Cruz

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