Conciertos

Sucede en ocasiones que, en el ejercicio de la crítica, uno se encuentra frente al problema de explicar por qué un concierto irreprochable termina resultándole anodino (lo cual, en cierto modo, es irrelevante para el lector). Conciertos que objetivamente son ejecutados con exquisita precisión y buen gusto pueden sedar con el paso de los minutos. La sucesión de interpretaciones e improvisaciones termina por resultar indistinguible. Es lo que (me) pasó con la flautista estadounidense Jamie Baum, artista residente en esta 25ª edición del Festival de Jazz de Guimarães.



Baum, que lleva desde 1999 trabajando en Nueva York con esta fórmula de septeto, la reformó para la ocasión con la invitación a tres músicos polacos con los que ya había probado en Polonia. Un puente tendido entre dos orillas que suelen comunicarse con cierta frecuencia pero que, en esta experiencia, apenas añadió picante y dialecto en el escenario más allá de la dificultad para Baum de recordar sus nombres. Los tres, dos músicos de las nuevas hornadas, el trompetista Tomasz Dąbrowski y el saxofonista Maciej Obara, y el más veterano Irek Wojtczak, saxofonista y clarinetista bajo, cumplieron con la lectura en un contexto muy ceñido a las exigencias del guión de Baum, que sacrificó en labores de sostén al contrabajista Zack Lorber y al baterista Jeff Hirsfield, cuya presente pulsación rítmica sobre el plato hubiera merecido algún descanso. Un septeto, sin llegar claro al potencial de una big band, permite muchos más planos y contrastes que la del mero sostenimiento en una rítmica convencional. Obviamente, la decisión le corresponde tomarla en este caso a Baum, que prefirió trabajar el grupo como si de un cuarteto se tratara, en vez de explorar posibles divisiones por secciones o proponer diferentes relaciones entre sus miembros. Los tres polacos se limitaron a colorear tímbricamente los temas y las salidas de los solos.



La noche discurría con cierta placidez, funcionarial en las intervenciones individuales, con temas inspirados por el paquistaní Nusrat Fateh Ali Khan (lograda evocación en la exposición de Nusrat, algo más descontextualizada en el fraseo de Lament), con ecos de la delicadeza de Maria Schneider en la lectura de las exposiciones, con los cuatro vientos arpegiando las melodías..., hasta que bien avanzado el concierto Tomasz Dąbrowski rasgó la telaraña. La irreprochable higiene académica, el impecable fraseo sobre ritmo y armonía, apenas alterados hasta entonces por un solo de resonancias folclóricas de Irek Wojtczak en el rubateado Richie's lament (tema dedicado al pianista Richie Beirach), fue profanada por un trompetista de discurso muy personal y fina técnica, que en su arrebato expresivo pareció arrastrar por un instante al muy solvente Luis Perdomo. Y con ellos, la respuesta a los porqués del crítico.

Texto: Carlos Pérez Cruz
Fotografías: Guimarães Jazz