Club de Jazz 25/03/2024
Adrián Royo

Conciertos

Donny McCaslin Quartet
25º Festival de Jazz de Guimarães (Portugal) || 18 de noviembre de 2016
Músicos: Donny McCaslin (saxo tenor), Jason Lindner (piano y teclados), Jonathon Maron (bajo eléctrico), Mark Guiliana (batería)

Donny McCaslin

Todo niño que ha asistido a una colección de fuegos artificiales se ha preguntado cómo resultaría el lanzamiento simultáneo de todos los artefactos. Una gran traca. La traca de todas las tracas. ¡La madre de todas ellas! Claro, uno intuye los riesgos de semejante explosión. Además, con la vida uno aprende que los atracones son indigestos, que no está de más espaciar, distribuir, graduar, dosificar...

Donny McCaslin Quartet

A Donny McCaslin le ha llegado la primavera de su vida con el invierno de la de David Bowie. Ser parte fundamental de Blackstar, disco final de Bowie, ha convertido al cuarteto de McCaslin en una codiciada pieza de festival. Los textos que lo anuncian suelen hacer ver que, aunque muchos lo hayan descubierto ahora, el saxofonista lleva muchos kilómetros de música. Es ahora cuando lo contratan. Por encima de cualquier otra consideración, lo que prima en grandes eventos es la taquilla y el efecto Bowie es un gancho eficiente para públicos más allá del jazz. También McCaslin ha quedado enganchado a la figura del británico. Su nuevo disco, Beyond now, parte de la experiencia de grabar con él.

Su cuarteto, más el guitarrista Ben Monder, es el instrumental de Blackstar (del que en Guimarães interpretó Lazarus, cumbre emotiva de la noche). A la gira europea llegó sin una de sus patas, la del bajista Tim Lefebvre, aunque hasta el presentador del concierto anunció su nombre. ¿¡Qué le ha pasado!?, me asusté al ver un bajista que era la mitad de su físico. Lo que pasó fue Jonathon Maron. Los demás sí estaban, tanto esa bestia parda de las polirritmias que es Mark Guiliana como el teclista Jason Lindner, convertido prácticamente en DJ Lindner. La maquinaria engrasada desde el primer instante; la rave de lujo, en marcha.

Mark Guiliana

Desde el estallido de Shake loose, pieza que abre su nuevo disco, el cuarteto de McCaslin dejó claro que el territorio en el que nos íbamos a mover esa noche no era tanto el del jazz, que también, como el de un sofisticado y enérgico rock progresivo con derivadas de electrónica lisérgica. La formalidad de un auditorio de conciertos, incomodada por una propuesta que pedía a gritos (el volumen fue tremendo) otros espacios, horarios, estimulantes y juego de luces. Por momentos, me imaginaba a una persona entrando en la sala con el concierto en marcha. ¿Qué hubiera sentido? Quizá algo muy parecido al acceso a una discoteca. "La que tienen liada aquí dentro", pensaría probablemente al ver el derroche de fuerza, poder, pegada y energía del grupo, especialmente de McCaslin y Guiliana, cuya capacidad para encontrar espacios donde ya no quedan es asombrosa. Caja de ritmos lejos del alcance de una compleja computadora.

McCaslin es entrega absoluta. Lo es el proyecto en sí, una arrolladora maquinaria de aplastante groove, de ritmos cruzados y texturas cósmicas. Pero, al igual que con una colección de fuegos artificiales, lo que importa es la habilidad para distribuir todo ese potencial de forma equilibrada, que la tensión narrativa se mantenga de principio a fin y no decaiga el interés. Son importantes los picos, pero también los valles, esos momentos de oxígeno que preparan para lo que está por venir. Y faltó oxígeno, aunque no a McCaslin, cuyo soplo ininterrumpido es fabuloso en términos de resistencia, pero impositivo para el oyente, como ese sonido continuado de algunos aparatos eléctricos que producen alivio al detenerse (¡No, no estoy diciendo que...!). Faltó misericordia, aunque cosecharon entusiasmo. Como niños ante los fuegos.

Texto: Carlos Pérez Cruz
Fotografías: Guimarães Jazz

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