Club de Jazz 15/04/2024
Marta Sánchez

Conciertos

Charlie Haden's Liberation Music Orchestra (dirigida por Carla Bley)
25º Festival de Jazz de Guimarães (Portugal) || 19 de noviembre de 2016
Músicos: Carla Bley (piano y dirección) Tony Malaby (st), Chris Cheek (st), Loren Stillman (sa), Michel Rodríguez (tp), Seneca Black (tp), Vincent Chancey (tr), Marshall Gilkes (tb), Earl Mcintyre (tub), Steve Cardenas (gt), Darek Oles (cb), Matt Wilson (bt)

Charlie Haden LMO

Probablemente no pensaban en ello, pero su movimiento por el escenario parecía el de una coreografía ensayada. Unos se iban, otros volvían, miraban, comentaban, parecían honrar el solo de un compañero, la ausencia de Charlie Haden, su música, o simplemente desaparecían. La Liberation Music Orchestra no se dispone en sillas, como una big band convencional. Salvo obviamente pianista y baterista, que tocan sentados, todos (menos el tuba, que se apoya en una silla alta) lo hacen de pie, y así salen y entran en foco, haciendo que la música tenga también un relativo visual y la involuntaria coreografía de una estación central en las que se cruzan vidas dispares. Como lo son las de esta encarnación de la criatura que nos legó Charlie Haden.

Carla Bley

Guimarães tiene por costumbre cerrar festival con una orquesta de jazz. En el año de su 25 cumpleaños, la celebración de otro de postín: el de los 80 de Carla Bley, que ya estaba allí en 1969, en la primera plantilla de la orquesta. Desde su parto hasta el fallecimiento de Haden hace dos años, Bley fue quien arregló sus designios, ahora portadora única del testigo del contrabajista en esta formación, brazo armado (de instrumentos) de su ideología social y política. De la música de la Guerra Civil Española, del Song for Ché o el We shall overcome del disco de 1970, pasando en 1983 por El Salvador o el himno demócrata por excelencia en Portugal, el Grandola Vila Morena (que sonó por sorpresa en el concierto), hasta la reflexión sobre la (US)América post-11S en el último disco completo de Haden, de 2005.

La Liberation Music Orchestra es y fue un órgano de propaganda ideológica, revolucionario en su acepción social y musical. En los últimos de vida, Charlie Haden se concentró junto a su mujer, Ruth Cameron (presentadora del concierto en Guimarães), en la lucha medioambiental. De esa preocupación, una composición que cerró oficialmente el concierto: Song for the whales, ingeniosa recreación del canto de las ballenas en el juego de contrabajo y batería, y acertada emulación del orden de la naturaleza, de su aparente caos y fuerza salvaje, encarnada por la excitación progresiva del fabuloso Tony Malaby en su solo.

Tony Malaby

Se percibía en la abarrotada sala la emoción de una noche que no era otra cualquiera. Era el tributo a Haden, pero además la celebración de los 80 años de Carla Bley y, si me apuran, una de esas ocasiones excepcionales que recuerdan que toda una época del jazz, gloriosa desde el prisma mitológico, de análisis siempre más complejo desde el puro análisis musicológico, va poco a poco extinguiéndose. Muchos de sus máximos exponentes se fueron y a los que quedan los recibimos a veces como quien visita unas ruinas romanas. Ruinas que tantas veces han resultado recreaciones en cartón-piedra de sí mismas. Por fortuna, la Liberation Music Orchestra ha sido siempre un instrumento vivo cuyas piezas iban reponiéndose en función de las circunstancias.

Vincent Chancey y Marshall Gilkes

Lo que primaba bajo el liderazgo de Haden y ahora de Bley es un espíritu de libertad, su compromiso con un relato de lucha revolucionaria y con la buena música. Simple y llanamente, que no es poco. De la alineación de 1969 sólo permanece Carla pero, aunque mencionar a Dewey Redman, Paul Motian, Roswell Rudd o Don Cherry nos pueda poner nostálgicos, sería faltar al respeto no ser conscientes de que músicos como Tony Malaby, Matt Wilson, Marshall Gilkes y Michael Rodríguez, entre otros de los que estuvieron en escena, son la hostia en verso (con perdón). Sólo con escuchar el sonido, fraseo y proyección del sonido de Rodríguez con la trompeta, los pelos se vienen arriba. Tres cuartos de lo mismo con Gilkes, que debutó con la orquesta y que se marcó un solo de quitar el hipo con su colocón trombonístico sobre el reggae de This is not America, tema de Pat Metheny, David Bowie y Lyle Mays. Más allá de nombres propios, el conjunto, la sensación de escuchar música viva (¡y coleando!) y actual con el sello de eternidad de los clásicos. Sin nostalgias. Libre como las ideas que defiende; arreglada para vestirla con la clase del maestro que fue Haden.

Con la excepción de ese guiño al Grandola Vila Morena, himno incluido en 1983 en The ballad of the fallen, el repertorio del concierto giró en torno a Not in our name (2005) y al recién publicado Time/Life, disco con dos temas grabados en directo en Bélgica en 2011 con Haden todavía activo y con tres temas de Carla Bley que, ya sin Haden, grabaron en 2015. Un concierto que forma ya parte de mi memoria íntima de vivencias preciosas y, sin duda, de la ya larga memoria del Festival de Guimarães, que acogió en su clausura un monumento musical consagrado a la belleza y, en definitiva, a las ganas de vivir. Eternos.

Texto: Carlos Pérez Cruz
Fotografías: Guimarães Jazz

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