Club de Jazz 22/04/2024
Dan Weiss

Apuntes

El largo adiós de Randy Weston (por Chema García Martínez)

Randy Weston (Carol Friedman)

Cuenta Willard Jenkins, su biógrafo, en su cuenta de Facebook, que Randy Weston murió beatíficamente, dulcemente, rodeado de sus seres queridos, en un dejarse ir lánguido y sereno. No puede concebirse muerte mejor, ni más adecuada a la estatura ética y moral del enorme jazzista. Randy era, sí, un hombre de fe; para muchos, un símbolo, una idea, un ideal.

Ahora lo veo claro: Randy llevaba un tiempo preparando su adiós. Lo hizo discretamente. A su estilo. Un día, Fatou dejó de responder los emails que se le enviaban a su marido. Randy pasó a no tener voz, siquiera para quienes habíamos tenido alguna relación con él fuera de la profesión. Confieso que no entendí el cambio de hábito en quién se distinguía, precisamente, por su accesibilidad. Recurrí a TK Blue, una, varias veces. Si alguien podía hablar con Randy, pensé, ese era su fiel escudero, más fue en vano. Ni quiera él estaba al tanto de los acontecimientos. Sencillamente, pensábamos que Weston era inmortal. Nos equivocamos. Debí haberlo entendido.

Para los cronistas, Randy Weston será a partir de ahora un lugar de nacimiento, una discografía, unas influencias. Todo bien, pero no en este momento. Valgan como aval los 2 millones de textos que tengo escritos en El País, Cuadernos de Jazz, Quartica Jazz, Jazz Forum y hasta el diario Ya, cuando Franco, en cuyas páginas publiqué mi primera cosa sobre Randy.

Randy Weston (Ariane Smolderen)

Entonces, que mi recuerdo de Randy Weston arranca en un Festival de Jazz de San Sebastián perdido en la bruma de los tiempos y conduce hasta el San Juan Evangelista y el Café Central, en Madrid, donde escuchamos al pianista con su trío rítmico habitual (Alex Blake, Neil Clarke) + TK Blue (Talib Kibwe) noche tras noche, año tras año, arriba, sobre el escenario, y abajo, en la “UVI”, con el maestro impartiendo la paz urbi et orbi rodeado de los suyos: su corte madrileña, en cuyas filas destacábanse los piedrahitenses, naturales de Piedrahita, provincia de Ávila, acaso su grupo de seguidores más acérrimo y conspicuo. Siempre recordaré la paella que cocinamos mi mujer y yo para el pianista y sus acompañantes en su única noche libre de la semana. Randy se presentó acompañado de su corte plenipotenciaria en pleno, incluyendo un par de amigos que, ya que pasaban por ahí, pues no faltaría más. La noche terminó con el ilustre invitado ejerciendo de babysitter de mis 2 hijas, entonces unas niñas, de lo que existe el correspondiente testimonio gráfico.

Randy Weston (Chema García)

En algún momento fantaseé con la idea de convertirme en su mánager. Gracias a Dios, no funcionó, y seguimos siendo eso: amigos. Y nos seguimos encontrando, un año sí, y el otro también, en alguna ocasión fueron 3 continentes en 30 días, África, perimero, luego América y Europa, Bilbao, coincidiendo con un periodo especialmente convulsivo de mi existencia. No hizo falta que le contara nada: Randy tenía la facultad de ver a través de la piel de uno. Pero eso también formaba parte de la “Randy Weston Experience”.

Años más tarde vino a Madrid para tocar en el homenaje a de Cambra en el Circulo de Bellas Artes. La seguridad del lugar no me dejó entrar a saludarle, lo que me pareció un signo de los nuevos tiempos. Aún así, seguí en contacto con él a través de sus discípulos, TK Blue, David Murray, los gnawas, para los que Weston era lo que Monk fue para él: la luz que guía en el desierto.

Randy Weston (African Rhythms Cultural Center)

Lo último fue un viaje que realicé a Tánger, que aproveché para visitar los restos del African Rhythms Cultural Center. Intenté verle en Nueva York, pero no hubo modo. Yo no lo sabía, pero se estaba muriendo.

Chema García Martínez

Fotografías:

1) Carol Friedman (Promocional)

2) Ariane Smolderen (Promocional)

3) Chema García Martínez (Randy Weston con la hija del autor)

4) Chema García Martínez (Cine Mauritania de Tánger. El primer piso albergó el African Rhythms Cultural Center)

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